Ciudad Juárez siempre ha sido termómetro. Cuando a Juárez le va bien, Chihuahua respira. Cuando Juárez se frena, el resto del estado tiembla. Hoy, ese termómetro marca fiebre persistente y nadie parece dispuesto a decirlo con claridad: la economía juarense está estancada, sin una estrategia visible para reactivarse, y las consecuencias ya no son abstractas, sino profundamente sociales.

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Los indicadores industriales del estado muestran una actividad sumamente débil, particularmente en los sectores que históricamente sostuvieron a Juárez: manufactura, exportación y empleo formal. La maquila, que durante décadas funcionó como amortiguador social, ya no absorbe mano de obra como antes. La relocalización prometida —el famoso nearshoring— llegó más como discurso que como realidad tangible. No hay oleadas de nuevas plantas, ni expansión masiva, ni generación acelerada de empleos.

A esta debilidad estructural se suma una crisis de empleo que no da señales de revertirse. Los números hablan de pérdidas sostenidas, de rotación precaria, de informalidad creciente. Pero detrás........

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