Elay: Apuntes sobre el dialecto camba
Hasta ayer nomás pensaba que dialecto implicaba desmerecimiento frente a idioma. No es inferior, sino es una variedad de un idioma, hablada en una zona o comunidad con diferencias de pronunciación, vocabulario e inclusive gramática, pero manteniendo la mutua comprensión. El español puede incluir, por ejemplo, el dialecto andaluz, rioplatense, mexicano, camba, etc.
No hay pretensiones de especialista, mi preocupación en todo caso pasa por sentimental, porque siempre pensé que el habla o dialecto camba era especial. Sonoramente suave, elegante, agradable y de sorprendente vocabulario, ya sea por sus sorpresas creativas, como para mí lo fue a mis diez años llegar y escuchar: elay, pelada, tipango, aguililla, pinganilla, etc. O por el uso de palabras de origen indígena, porque no había otra forma de nombrar las cosas: toborochi, jumbacá, achachairú. O los sufijos ingo o ango, de belleza única y envidiable. En resumen, todos coinciden en que nuestro hablar es la principal característica de identidad.
Ya Miguel de Unamuno decía que la pertenencia cultural no está en las fronteras geográficas o políticas, sino en el idioma, como hogar del espíritu. De manera más elaborada escribió: “La lengua es la “raza” del espíritu. Es la sangre del espíritu. Es el fundamento de la patria espiritual”.
Estas digresiones han sido motivadas a raíz de la aparición hace pocas semanas de dos libros: “Dialecto camba. Análisis lingüístico del español oriental boliviano (El País, 2025) de Mario Roca Villamontes, y la nueva edición de “Breve historia del habla camba y su mestizaje” de Luis Alberto Roca García.
Hay que agradecer a esos autores, porque si el dialecto es nuestra principal característica, es deber conocerlo y valorarlo. “La idea de que........





















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