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Bolivia en el nuevo tablero hemisférico

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La política hemisférica de Estados Unidos atraviesa una fase de reordenamiento profundo. No se trata de una ruptura con su tradición histórica, sino de una relectura pragmática de viejos principios, adaptados a un entorno internacional marcado por la fragmentación del orden liberal, el avance del crimen organizado transnacional, la migración ilegal y la creciente competencia geopolítica. En este contexto, la búsqueda de espacios de cooperación, presencia operativa e incluso instalaciones estratégicas en América Latina responde menos a impulsos ideológicos que a una noción clásica de interés nacional.
La Doctrina Monroe, formulada en 1823 como advertencia frente a la injerencia europea, evolucionó a lo largo del siglo XX hacia formas más activas de proyección regional. Con Theodore Roosevelt surgió el conocido corolario que legitimó la acción preventiva de Washington en el hemisferio. Más tarde, la Guerra Fría y luego la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo reformularon ese enfoque. Hoy, bajo la administración Trump, se perfila una política exterior abiertamente transaccional, centrada en resultados concretos, control de amenazas inmediatas y retornos visibles para la seguridad interna estadounidense.
Esa lógica ha sido expresada sin rodeos hace unos días por el secretario de Estado, Marco Rubio. Lejos del lenguaje diplomático tradicional, concibe la política exterior como un instrumento directo del interés nacional, con prioridades jerarquizadas y escaso margen para ambigüedades. En el hemisferio occidental identifica una amenaza principal: los grupos criminales........

© El Deber