El Rodrigazo
Todos, sin excepción, analistas y expertos en campañas siempre coinciden en afirmar que ningún candidato puede o podría ganar un proceso electoral sin tres elementos críticos: Estructura (casas de campaña, gente que movilice alrededor del candidato, que marque presencia del candidato en vecindarios y juntas de vecinos), recursos (el dinero suficiente para pautear la campaña en medios digitales, tradicionales, armar eventos políticos, viajes, sumar a celebridades, contar con recursos brandeados, vallas, desde gorras hasta poleras y banderines, lo más básico) y narrativa (una identidad diáfana del cliente que se diferencie del resto y que construya su posicionamiento en la mente del elector. Un posicionamiento fuerte del candidato y de su identidad discursiva, en la mente del elector).
Nada de esto sucedió con Rodrigo Paz. No tuvo recursos; tampoco estructura (no tenía ni siquiera una casa de campaña en Cochabamba y en otras ciudades del país), pero sí una identidad política fuerte pero cuya voz era muy bajita. Casi inaudible. Casi hasta mimo gestual. Pero que, de alguna manera, impactó en una masa electoral de barrio, de comuna, del plan, de los bailarines de Oruro y de las fraternidades de La Paz y El Alto. De voto popular.
Se caminó todos los municipios, se reunió con todas las juntas de vecinos del país, desde hace dos años. Se apegó a todas las bases sociales posibles. Uno a uno. Bailó con ellos, bebió con ellos, comió con ellos y se abrazó con ellos. A pie. En taxi. En minibús. En flota. Él solo. Y construyó sus........
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