Deshumanizados: lo que el sistema de salud no quiere ver ni oír
Jean, de origen haitiano, sostenía el papel de la cita como quien sostiene un pasaporte a la esperanza. “10:30 AM”, decía. Tras meses de dolor lumbar agudo, ese que no le dejaba cargar cajas en el negocio donde trabaja, por fin una consulta. En la sala de espera, los altavoces decían nombres en un idioma que le sonaba a jeroglíficos. “¡Lecrerc! ¡Tercera llamada!”, gritó una voz. Jean no reconoció su apellido. Cuando se acercó, tímido, la recepcionista ni alzó la vista: “¡Perdió su turno!”. Tendría que pedir una nueva hora, lo que significaba meses de espera con el especialista. Jean se retiró sin decir nada.
Su dolor no era solo físico. Era, además, la humillación de ser un error del sistema, un cuerpo ignorado porque su oído no descifró un sonido ajeno. ¿Cuántos Jean caen hoy en este vacío? ¿Cuántas veces el sistema sanitario, en su prisa burocrática, olvida que trata con seres de carne y hueso, miedo y lenguaje propio?
La historia de Jean no es una excepción. Es un síntoma de una cultura sanitaria que........
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