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De profesión: estafador sentimental. Cómo son y cómo actúan los nuevos depredadores emocionales

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El fraude del amor ya no es una anécdota vergonzante ni un tropiezo sentimental: es una industria criminal con beneficios multimillonarios, una red invisible que atraviesa países, edades, clases sociales… y vidas enteras. En el Reino Unido, las estafas sentimentales superaron los 102 millones de euros en un solo año, con una pérdida media de 13.000 euros por víctima. El Banco Santander UK alertó en 2024 de otro dato inquietante: 7,8 millones de euros evaporados entre sus propios clientes por relaciones ficticias, pese a que dos de cada tres británicos aseguran que "jamás caerían en algo así".

En España, aunque no hay datos oficiales consolidados, el mapa se parece demasiado. La operación Fake James reveló una red que defraudó 1,5 millones de euros a más de 70 personas, mientras que casos aislados en Valencia, León o Andalucía superan los 300.000 euros por víctima. Al otro lado del Atlántico, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos cifra en más de 1.200 millones de euros las pérdidas atribuidas a estafadores románticos solo en 2022.

Todo encaja con lo que Europol detalla en su último informe: los fraudes online —incluidas las estafas del amor— forman parte de un mercado criminal que genera miles de millones de euros al año, sostenido en técnicas de manipulación emocional que dejan un daño psicológico tan profundo como el agujero que provocan en las cuentas bancarias.

Durante años se ha contado siempre la misma versión: mujeres maduras, solas, inocentes, atrapadas por "sinvergüenzas" en internet. Pero esa caricatura está muy lejos de la realidad. La ciencia, los datos y los testimonios dibujan otro mapa: mujeres fuertes, profesionales, independientes, sí, pero también hombres —muchos más de lo que se admite— que caen en el mismo patrón. Sufren igual, pierden dinero igual, se repliegan igual. Lo único que cambia es que, cuando la estafadora es una mujer, ellos hablan menos. Mucho menos. La vergüenza masculina en materia amorosa sigue siendo un pozo sin fondo. Los números son la superficie visible. Lo profundo está en la mecánica del engaño.

Europol lo define con una claridad inquietante: los fraudes del amor se sustentan en ingeniería social, en ataques dirigidos a la parte más vulnerable del ser humano. No solo vacían cuentas: la información, las fotos y las rutinas de las víctimas se revenden después como si fueran activos financieros para nuevas estafas.

El informe de Santander UK añade otra pieza clave: el 65 % de los británicos cree que jamás podría ser víctima de una estafa sentimental. Entre quienes sí lo fueron, muchos eran profesionales de alto nivel —hombres y mujeres acostumbrados a tomar decisiones complejas— pero sin herramientas para detectar engaños emocionales. Esa sensación de inmunidad es, según los psicólogos sociales, la primera grieta. Y por esa grieta entra todo: la palabra amable, el halago, la falsa vulnerabilidad. El disfraz del cariño.

Las grandes operaciones policiales muestran el esqueleto industrial del fraude. Pero la amenaza cotidiana no son solo esas macroestructuras: son los perfiles sueltos, los........

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