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Yo también he sufrido abusos de la Iglesia, por partida doble

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18.11.2025

Todo el mundo sabe que soy un hombre de fe. Que nunca lo he ocultado. Saben que la fe me determina porque si no sería un paripé insufrible. Hablo de Dios a quien quiere escucharme y me sitúo en el plano de esos 'débiles' que señalaba en este mismo periódico Alberto Olmos. Él se afirma culto y fuerte porque sabe ‘que la vida es un infierno’. Que le aproveche.

No solo soy hombre de fe, sino que soy hombre de Iglesia. Porque mi fe solo se puede vivir en comunidad. En la Iglesia encontré a mi mujer; de la Iglesia son mis mejores amigos; en su seno crecí y me multipliqué; buena parte de mi tiempo libre lo dedico a la Iglesia. Soy poco sospechoso, pues, de no amarla y, por tanto, me duelen como al que más sus pecados, de acción y de omisión.

De ahí que me conmueva especialmente el tema de los abusos, por más que sepa que en su seno son la excepción a una norma de entrega incondicional, hasta la extenuación, de muchos hombres y mujeres que dedican su vida a la imitación de Cristo, lugar donde nuestra miseria y la misericordia divina se encuentran.

Pues bien, he de confesar, hoy y aquí, que yo también he sido abusado.

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He sido abusado por el obispo de Cádiz, ahora en la palestra. Él fue quien me inició en la fe allá en la parroquia de San Jorge a finales de los 80. En él está la génesis de todo lo que vendría después, el inicio de un camino que solo terminará cuando toque con los nudillos la puerta del Cielo por si me dejan entrar. Me puso frente a las preguntas esenciales de la vida, me dio responsabilidades inimaginables, me incardinó en una comunidad de la que salieron una enormidad de sacerdotes y monjas -uno de los cuales nos acompaña desde hace casi un cuarto de siglo-, me enseñó a evangelizar y a rezar, a disfrutar de la vida en Dios.

He convivido con él en todas las circunstancias. A todas las horas del día. A veces solos, en total intimidad, las más con otros muchos, convivencias o campamentos. Y me he sentido abusado, claro que sí. Abusado de amor, abusado de confianza, abusado de respeto, abusado de comprensión, abusado de apoyo, abusado de humor. Me recordaba mi madre el otro día que cuando se enteró de que salía de la parroquia para irse a Getafe ‘lloré como una tonta’. Ese era el ‘abusador’.

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