El fuego de la inmortalidad
Resbalaron algunas lágrimas de mis mejillas al enterarme de la noticia, medio trasnochado, al despertar, cuando mi padre tocó la puerta de mi cuarto y me dijo, también entristecido: murió Mario Vargas Llosa. Fue inevitable no hacerlo.
Las mentiras de sus líneas, que, a través de la ficción, se transformaban en verdades, me acompañaron durante largas noches de soledad –porque la lectura es, después de todo, un vicio solitario–, atravesando los delirios de la imaginación, del tiempo y del espacio, para........
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