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Vivir afuera

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Hace diez años me fui del Perú. Para ser exacto, ocurrió el miércoles 29 de julio de 2015, en plenas fiestas patrias. Ningún migrante olvida el día que partió, es casi una segunda fecha de nacimiento, porque cuando empiezas a radicar en un país que no es el tuyo pasa eso: renaces, te reinventas, te conviertes en otro (el mismo, sí, pero otro).

He dicho que «me fui del Perú» y no que vine a España, pues eso fue lo que sucedió. Me fui. Me largué. Desaparecí. Estaba harto de Lima, del ambiente en el que me movía, de mi estatus confortable, del individuo que yo era. Trabajaba en RPP, tenía un buen sueldo, un departamento, un auto y una novia. La estabilidad era solo una apariencia. Fue mi novia quien me salvó de convertirme en la versión más pálida de mí mismo cuando, en el otoño del 2014, me contó que quería irse a España a hacer una especialización médica. Recuerdo que al escucharla erguí las cejas en señal de inquietud y sorpresa. A continuación, me preguntó si me iría con ella. «Serían cuatro años nada más, luego podríamos…». «¡Sí!», la interrumpí. No tenía nada que meditar: no solo me interesaba proseguir nuestra relación, sino que era la........

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