Neiva: luces encendidas, alarmas también
Por: Johan Steed Ortiz Fernández
Miren este contraste. Mientras la ciudad brilla en fotos, la inseguridad sigue apagando la tranquilidad de los neivanos.
En Nochebuena, Neiva siempre se ve más linda. Cada neivano pone de su parte. La ciudad se viste de promesas, familias que se reencuentran, mesas que se alargan para que entren todos, villancicos y una ilusión colectiva (breve pero poderosa) de que por unas horas el mundo afloja el puño. Neiva se enciende. Pero este diciembre, mientras se prendían las luces, también se prendieron las alarmas.
No es paranoia. Es la frase que se volvió rutina en cada hogar: “¿a qué hora vuelve?”, “avísame cuando llegues”, “no te metas por ahí”. El miedo lo llevamos guardado en el bolsillo como si fuera nuestro llavero. Y cuando el miedo se vuelve hábito, la Navidad deja de ser descanso y se vuelve una pausa tensa: un paréntesis entre noticias duras, extorsiones silenciosas y violencias que regresan con nombres nuevos.
Colombia viene dando señales de retroceso. No es nostalgia, es repetición. El país vuelve a escuchar palabras que creía archivadas y observa cómo se reorganizan estructuras que no piden permiso para existir. En ese ambiente, la seguridad deja de ser una teoría para convertirse en una pregunta íntima: ¿quién cuida a quién cuando el gobierno se ausenta?
En Neiva, esa pregunta duele más, porque el abandono no solo se siente........





















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