Un grito por encima de los tejados rojos de Remedios
Cada año que pasa voy a una ciudad que, siendo la misma, presenta rasgos diferentes. Como las villas de los cuentos fantásticos, persisten detalles que son uniformes, pero a la vez se van produciendo variaciones como si de una pieza musical se tratase. Solo que, en el caso que nos ocupa, San Juan de los Remedios transcurre en el tiempo y traspasa todos los límites que le intentan imponer las condiciones materiales y humanas. Uno se identifica con algún detalle de la arquitectura o de la forma de pensar de las personas, de hecho, en mi caso nada hay más revelador que la torre de la Iglesia que pervive por encima de los siglos y de los tejados. Es como un grito.
Remedios encarna, en sus piezas más absolutas, a ese ser misterioso que posee una personalidad múltiple, especie de homúnculo colectivo que no desea otra cosa que la trascendencia por inhumana que parezca. Y es que, más allá de la historia y sus derivaciones, está la vida cotidiana que se siente cuando se nace entre las callejas enrevesadas y los pregones, entre el pasado ampuloso de la vieja sociedad y el presente lleno de gracejo popular, de cultura y de personajes variopintos. Solo en Remedios usted va a ver que un sujeto típico de las calles, un recitador o un decidor de disparates, posee la misma posición que un doctor o un intelectual. Aquí las jerarquías quedan elididas y existen mecanismos de nivelación como las........
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