¡Ay, Compay Sosa!
“Si se calla el cantor, calla la vida/ Porque la vida, la vida misma, / es todo un canto.
Si se calla el cantor, / muere de espanto/ La esperanza, la luz y la alegría”.
Mercedes Sosa
Brotó del Oriente y de las lomas, bebió los primeros sorbos de cubanía allá en Tumba Siete, en el Mayarí santiaguero. “Eduardito, el hijo de Hilda” bajó a La Habana como artista aficionado de la FEEM y la FEU, más de una vez Trajo su sinsonte a la ciudad y regresó con un premio.
En 1997, junto a Ernesto Enrique Rodríguez fundó Post Trova, una de las propuestas musicales más originales de su generación. Ser trovador, más que una profesión, devino en pasión y compromiso. Con los años, con su voz y su guitarra, se ganó muchos "diplomas de graduación": cantó con Ana Belén, tuvo de invitado a Silvio Rodríguez en unos de sus discos, fue Premio Cubadisco en 2017. Mereció la Distinción por la Cultura Nacional, las medallas Raúl Gómez García, Abel Santamaría y Alejo Carpentier y la réplica del machete del Generalísimo Máximo Gómez. Y talló el más valioso galardón, el del cariño de sus colegas y de su pueblo.
Fue un ser natural Eduardo Sosa Laurencio, humilde y campechano, aunque volara a Paris y desandara de arriba abajo por esa “guardarraya que llaman 23. “De guardia” siempre para cantarle a la Patria y a su mayor salvaguardia, la Revolución. Antes y después de ser elegido como Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y como vicepresidente de la UNEAC.
Desarrolló, además, una ardua labor como gestor cultural. Condujo, junto a Marta Campos, el programa televisivo Entre manos, dedicado a la promoción de la canción trovadoresca. Por más de diez años, presidió el Comité Organizador del Festival de la Trova Pepe Sánchez, de Santiago de Cuba, en cuya organización trabajaba al momento de ser hospitalizado.
Por ello, lo acompañaron tantos durante estos ocho días de oraciones y plegarias. Para que se hiciera el milagro y superara las secuelas del accidente cerebrovascular hemorrágico que sufrió después de presentarse el lunes 3 de febrero en Guantánamo, de darse el gustazo de participar en la Cruzada Teatral, de brindar su arte a los pobladores de aquellos lomeríos.
Todo el país oró por el entrañable “nagüito”, para volverlo a ver sonriente, para volver a escuchar sus interpretaciones. Las de su autoría, como "Mañanitas de montaña", "Retoño del monte", "El son de Contramaestre" y "A mí me gusta, compay"; o las más lindas del mundo que eran las cubanas, tan suyas como "La Bayamesa", de Carlos Manuel de Céspedes, José Fornaris y Francisco Castillo, e “Imagen protectora”, de Sindo Garay .
Falleció la madrugada de este miércoles 12 de febrero en el Hospital Agostinho Neto. Pese a los esfuerzos del personal médico de ese centro asistencial y de refuerzos llegados para la asistencia y las buenas vibras que le enviamos los que lo apreciábamos.
Entonces, una gran ola de consternación inundó al archipiélago. La cultura cubana está de luto, porque el Compay Sosa, unos de su consecuente de sus defensores voló hacia “el cielo azul y sereno”. Masivos fueron los homenajes póstumos en el cine de su natal Mayarí y en la Casa de la Trova de la ciudad de Santiago.
Y las redes virtuales se embebieron de tristeza, pero también de anécdotas, registros de cuanto caló en sus amigos más cercanos y en el público más amplio que lo disfrutó y admiró.
“No nagüe, no me lo creo. Me había negado rotundamente a subir cualquier foto o mensaje. Yo,........© Cubahora
