Trump vs. Gustavo Petro: del asecho al respeto
La crisis diplomática exprés que se desató entre Bogotá y Washington el 26 de enero último dejó claro a Trump que el presidente de uno de los países aliados en Sudamérica sabe y puede exigir respeto para sus ciudadanos
Ya sabían América Latina y el mundo que nada iba a ser igual después de que el magnate inmobiliario, republicano y convicto Donald Trump regresara a la Casa Blanca. No acomoda aún bien el equipaje, ni ordena el Despacho Oval y ya la agenda mediática global gira en torno a él y sus decisiones bárbaras.
En realidad, mucho antes del 20 de enero ya había hecho de las suyas, y el ambiente no se auguraba despejado. Desde entonces dejó claro al hemisferio y a los latinoamericanos el tono en que defenderá su agenda migratoria y hasta dónde está dispuesto a ir para ponerla en práctica, aunque sea por encima de cualquier norma humanitaria, recurso o capital político.
Sus decisiones domésticas envían un mensaje nítido de cuán distinto será a la primera administración y del tipo de recursos que va a usar para salirse con la suya y lograr su propósito.
Ilegal y delincuente
“Si eres un ciudadano extranjero que entra de manera irregular a Estados Unidos, eres por definición un delincuente. Y por lo tanto estás sujeto a la deportación”, indicó esta semana la Casa Blanca, y en ese mismo momento 20 equipos de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), asistidos por la Oficina Federal de Investigaciones y la Administración para el Control de Drogas y otras agencias de seguridad, realizaron varias redadas contra indocumentados en Nueva York. Operativos similares se efectuaron en Chicago, Baltimore, Texas y en buena parte de la geografía estadounidense.
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