Siempre tuyo, siempre mía, siempre nuestro
Muchas investigaciones han demostrado que cuando las personas se enamoran, en el cerebro se activan múltiples zonas como el área tegmental ventral, la cual se enciende solo con ver imágenes de la persona amada, lo que conecta el amor con el sistema de recompensa.
Esto revela que el amor es un proceso que combina factores emocionales, cognitivos y fisiológicos. La corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones, puede experimentar una disminución de actividad, lo cual explica por qué los enamorados a menudo actúan impulsivamente.
El sistema límbico, el cual gestiona las emociones, se sobrecarga con sensaciones de euforia y expectativa, justifica las experiencias tan intensas y, en ocasiones, las experiencias irracionales del amor.
Sin embargo, la ciencia sugiere que estos cambios cerebrales son temporales, que dejan huellas en la memoria y la percepción de la relación. Es por ello que, aunque el enamoramiento efervescente decaiga, los lazos emocionales formados durante este periodo pueden persistir y evolucionar hacia el apego y la conexión profunda.
Hoy, más allá de explicaciones científicas, les hablaré de algunas historias de amor que han demostrado que el amor deja huellas profundas no solo para quienes lo viven sino para todos aquellos que son testigos de este sublime sentimiento:
Abelardo y Eloísa: Pedro Abelardo fue uno de los filósofos y teólogos más influyentes de la Edad Media en Francia durante el siglo XII. Eloísa era su alumna, una joven brillante e intelectual. Y pasó lo que tenía que pasar, se enamoraron perdidamente.
Su relación fue bastante intensa y apasionada, pero escandalosa para la sociedad. Se casaron en secreto y tuvieron un hijo. Sin embargo, cuando el tío de Eloísa descubrió su romance, ideó una brutal venganza. Abe fue castrado y luego del ataque, Eloísa fue obligada a ingresar a un convento.
A pesar de su cruel separación, siguieron comunicándose por décadas........
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