Deconstruir para derribar el muro
El Siglo de Oro español fue deconstructivista. Cuando los deconstruccionistas, a lo Derrida o a lo Foucault, comentan el fenómeno, olvidan una diferencia. Digámoslo claro ya, la deconstrucción española buscaba la verdad. Si para los postmodernos franceses el deslizamiento del significado es teóricamente infinito, lo cual es premisa esencial para el relativismo cultural y moral, para Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Calderón o incluso Velázquez lo que hay es una dramática creación de sentido dentro del imponente barroco católico. Entonces se combatía contra el luteranismo anglosajón. Así lo proclamaba Santa Teresa en su Camino de perfección. No era simple reacción antiprotestante. Era el latido poderoso de una nueva conciencia, de un saber nuevo acerca de la representación, sea en literatura, sea en pintura. Nada de extraño tiene que los progres prohíban el conocimiento detallado del Siglo de Oro. Tal prohibición, que es el signo del odio a España, cristaliza dentro del hormigón con el que el PSOE hace el muro. Sánchez declara con esa barrera haber acabado con la democracia en España.
Crean muros heterogéneos, materiales, algunos muy viejos como “el Himalaya de mentiras” que denunciara Besteiro. Son escombros en proceso de compactación por las leyes de memoria. La eficiencia de la falsedad se asienta en que una parte de la población o no sabe que se trata de embustes o, si lo sabe, los considera una herramienta revolucionaria o, incluso, prefiere hacer como que no importan unas mentiras más o menos. Otro........
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