La insoportable hipocresía con RTVE
Nadie sabe qué ha ocurrido y nadie sabe dónde están, pero hace unas semanas desaparecieron de Prado del Rey el disfraz de Espinete, los vestidos con los que Letizia Ortiz presentaba el telediario y los modelitos que llevaban las azafatas del 'Un, dos, tres'. Los estudios estaban en obras y se intuye que algún camión cargó aquellos trajes y los llevó a alguna parte que se desconoce. El material extraviado está valorado en 4 millones de euros y está claro que algo falló para que se perdiera su rastro, pero nadie ha asumido la culpa de lo ocurrido. Decía recientemente un directivo de Radiotelevisión Española, en una conversación privada, que esa actitud es normal en la casa. Todos lamentan la decadencia de este medio de comunicación, pero nadie se considera parte del problema.
En RTVE se rumia un cambio desde hace más de un año, pero todavía no se ha materializado. La razón es la misma que mantiene el Parlamento al ralentí y el país paralizado: por un lado, la incapacidad de los partidos para alcanzar consensos básicos para enderezar el rumbo del barco; y, por otro, la flema de unos líderes políticos que parecen haber confiado a la ciencia infusa la resolución de los problemas que afectan a España. Hace unas semanas, uno de los diputados -de la oposición- que está encargado del control parlamentario de TVE confesaba que el problema catalán ha enlentecido el proceso de reforma de este medio de comunicación. La respuesta resulta desconcertante, dado que invita a pensar que sus señorías se han dedicado en cuerpo y alma a la resolución de este conflicto territorial -sin ningún éxito- y, por tanto, han tenido que descuidar el resto de los asuntos que tienen encomendados.
La realidad es muy diferente: el país está varado como consecuencia de su ineficacia en la negociación y de su tacticismo político, que en algunos asuntos roza lo inmoral.
Antes de las últimas elecciones generales, Mariano Rajoy se comprometió a transformar RTVE en la BBC española. Es decir, en una televisión independiente y con una programación de calidad que, en el futuro, sirva de buen alimento a la opinión pública. Dos años después, sus delfines políticos siguen dominando el Consejo de Administración de la corporación y la parrilla de La 1 sugiere de todo menos modernidad. Por las mañanas, corazón y programas sobre cocina y enfermedades.........
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