José Luis, ¿pero dónde has dejado las llaves de la casa?
No conozco a José Luis Ábalos y líbreme Dios de juzgarle. Lo que ocurre es que los prejuicios son la mejor herramienta de defensa personal y hay algo en su forma de expresarse que me recuerda a algunas personas que me han engañado. Que me han hecho sentirme como un primo. Como un pobre hombre. Supongo que todo el mundo ha experimentado esa sensación alguna vez; la de sentirse impotentes por haber sucumbido ante un embaucador al que otorgaron su confianza, pese a que no la merecía. No digo que José Luis sea así, pero por alguna razón, al escuchar su entrevista en el estudio de Carlos Alsina, pensé: si se lo propusiera, podría desplumarme en una partida de cartas o convencerme para apoquinar 4.000 euros por un Seat Ibiza descacharrado. Porque siempre dicen lo mismo: “los coches antiguos (los de los 90) no se estropean tanto como los que tienen chismes eléctricos”.
Seguramente, José Luis sea distinto. De alma blanca y rectitud incuestionable. Sacrificado, honesto y buen cristiano. No soy quien para poner en duda su inocencia, que él defiende con tesón, apelando a “la ética”, la “moralidad” y la limpieza. Pero... no sé, hay algo de sus formas que me hace pensar en el comercial de inmobiliaria que define como “condensación” la avería en la bajante; o la contraventana como una gilipollez porque, aunque aísla, “da mucho trabajo”. O en el vendedor sesentón de seguros de los que impregna su cabello con Floïd -Masaje Genuino- antes de salir de casa y te ofrece un Malboro en la puerta........
© Vozpópuli
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