El profesor del Congreso no es negacionista: una cacería más
Yuval Noah Harari lo explica muy bien en 21 lecciones para el siglo XXI. El homo sapiens comenzó a confiar en la ciencia porque vio que funcionaba. Los sacerdotes y chamanes bailaban la danza de la lluvia, pero en realidad su especialidad no era atraer la precipitación, sino inventar motivos para justificar que finalmente no cayera. La ciencia no resolvió la vida de los hombres, pero al menos logró desinfectar el agua e incluso se las ingenió para generar energía cuando la embalsaba.
Las creencias más arraigadas no proceden de las fantasías inmateriales, sino que entroncan con un hecho que resulta inexplicable. Para que alguien atribuyera las tormentas a la ira de los dioses, fue necesario que tronara. La ciencia aspira a dar respuestas exactas a diferentes fenómenos. Sin superchería. Como escribe el citado autor, “los científicos también saben tomar atajos y distorsionar la evidencia”, pero les diferencia de los sacerdotes algo fundamental, y es la disposición a “admitir el fracaso e intentar una aproximación diferente”.
Compareció a principios de esta semana un experto en vacunas en el Congreso de los Diputados y pronunció algunas frases que chocan con el discurso oficial sobre algunas de las vacunas contra la covid-19. El hombre se llama Joan-Ramón Laporte y es profesor emérito de Farmacología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Afirmó: “Las de Pfizer y Moderna no son verdaderas vacunas. Son fármacos con una tecnología nunca usada hasta ahora, y menos en campañas masivas (…). “Sus ensayos clínicos no demuestran que reduzcan la mortalidad”. También sugirió que Pfizer y Astrazeneca han ocultado los “efectos graves e incapacitantes” que sufrieron tres de las personas que participaron en su fase de desarrollo.
A los pocos........
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