El funeral de Anguita hace aflorar el gran problema de esta España
Fui a finales de marzo al cementerio de La Almudena y allí encontré un funeral. Se celebraba a las puertas de la capilla que se asienta a 200 metros de la entrada principal y era escaso en número de personas, pues había cinco y el cura. En mitad del quinteto de familiares se encontraba un hombre calvo con los brazos estirados y las manos posadas sobre la nuca de las personas que tenía a su derecha y a su izquierda. Como las medidas de distanciamiento social desaconsejan los abrazos, había ideado ese método para transmitir calor a sus allegados, pues frente a la gelidez de la muerte, no hay mucho más alivio que la cercanía de quienes comparten el mismo dolor en un entierro.
Han pasado dos meses desde que sucedió ese episodio y han sido casi 30.000 familias las que han tenido que asumir la lejanía a la hora de despedir a los muertos, pues el estado de alarma restringe las aglomeraciones en tanatorios y cementerios. Es decir, no sólo han tenido que asumir la pérdida, sino lidiar con la resignación de no poder participar de uno de los rituales que mejor evidencian que el hombre tiene conciencia de sí mismo y sensibilidad con sus semejantes.
El caso es que falleció el sábado el expolítico Julio........© Vozpópuli
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