El maravilloso cuento de la proporcionalidad
Hace ya cuatro años que un guardia civil acabó disparando a un muchacho que, armado con cuchillos, deambulaba por la calle amenazando a los que encontraba a su paso. Se supo después que el chico padecía esquizofrenia, aunque no hay que tener un doctorado en psiquiatría clínica para darse cuenta de que un chaval que va por la calle con dos cuchillos y que amenaza durante horas con matar a los dos guardias civiles armados que tratan de calmarlo, está como las maracas de Machín.
El agente disparó al chico cuando este se lanzó hacia él con la intención de apuñalarle. Tuvo la sangre fría de dispararle a las piernas, dato que quiero subrayar especialmente para aquellos que preguntan incisivamente cuando, en muy contadas ocasiones, hay disparos por parte de un agente. El chico fue llevado al hospital y murió horas más tarde.
Hace poco hablé de la necesidad de que haya centros donde se pueda ingresar y tratar a determinados enfermos mentales, en lugar de cargar su control y cuidado sobre sus familiares, así que hoy no me repetiré, porque si ese enfermo hubiera estado controlado en un centro, no habría sido noticia y muy probablemente hoy seguiría con vida.
Hoy lo que quiero es centrarme en el suplicio que ha pasado y está pasando el agente que le disparó. En un principio, el juez determinó que había actuado de manera correcta y quedó abasuelto.
Pero ustedes no se pueden imaginar lo que supone para un agente que el hecho de disparar su arma en un acto de servicio, incluso en defensa propia, cause el ser llevado a juicio: retirada instantánea........
© Vozpópuli
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