Las personas tienen derechos, las lenguas no
Todas las lenguas están abocadas a la desaparición. Decenas de miles han muerto sin que nadie sepa de ellas. También hay millones de personas anónimas sepultadas, y de elefantes, y de hormigas, y de trilobites... ¡Es tan natural! Y aunque hemos sido capaces de dar nombre a muchas especies de dinosaurios, pues algunos dejaron huesos y huellas, será difícil repetir la proeza con las lenguas, porque si no se escriben, no dejan rastro.
Las lenguas empiezan por enfermar cuando sus usuarios añaden otra para completar la comunicación y poco a poco abandonan la de sus antepasados. Eso sucede también con los instrumentos de la vida del hombre: el coche de caballos, la guadaña, el arado, el hornillo de gas, la máquina de escribir... A nadie se le ocurre estudiar gascón para comunicarse mejor, ni meterse en el fondo de un pozo para respirar con más ligereza, ni labrar con bueyes si tiene tractor. Como instrumentos que son, elegimos el más útil y desechamos el ineficaz.
Aunque no siempre se entiende, las lenguas no tienen vida propia, pues son específicas de las personas que las hablan y de los grupos sociales que las sustentan. No por muy sabido es menos asombroso comprobar que todos tenemos una, que es, dicho sea de paso, precisamente la que necesitamos. Y si hace........
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