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Democratizar a la carta

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28.10.2024

Cuenta la anécdota que, en un grupo de personas en el que se encontraba Aristóteles, alguien comentó que existían pueblos que incineraban a los muertos ya que enterrarlos les habría parecido una atrocidad. En otros sitios, por el contrario, lo prescrito era la inhumación. La incineración, costumbre de bárbaros.

El inocente comentario trataba de poner en un compromiso a Aristóteles, cuya propuesta moral no es en absoluto relativista. Pero, ¿cómo no serlo, al comprobar que lo que se considera bueno o malo cambia radicalmente de una sociedad a otra? La respuesta del sabio fue inapelable. Para Aristóteles, ambos pueblos compartían el mismo mandato moral: a los muertos se les debe un final digno. Las discrepancias residen en concretar qué forma de proceder con los fallecidos es honrosa, pero el fondo ético es indiscutiblemente común.

No hace falta recurrir a la teoría de la ley natural para corroborar esto, con la antropología basta. Toda cultura presenta siempre una serie de imperativos éticos y sociales que son universales: no matar, no engañar, honrar a los padres y a los dioses, etc. ¿Por qué observamos, sin embargo, disparidades tan profundas entre una sociedad y........

© Vozpópuli


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