Ganó el independentismo, perdió el constitucionalismo
Los constitucionalistas catalanes nunca tuvieron opción alguna de victoria. El efecto Illa se ha comportado como un artefacto desmovilizador de la participación electoral de quienes están interesados en una alternativa al independentismo. La gente se queda en casa cuando ve que su opción es inviable. De eso se ha encargado el sanchismo, de convertir en físicamente imposible un gobierno del constitucionalismo. Le hicieron saber a todo el mundo que con el PSC no contaran para una coalición alternativa al secesionismo.
La gente ha actuado en consecuencia y, básicamente, o se quedó en casa o emitió un voto-zasca para Vox, un partido-protesta. Cataluña ha vuelto a las abstenciones de los tiempos del “voto dual”, cuando los electores socialistas contrarios al soberanismo votaban en las generales a Felipe González y se quedaban en casa en las autonómicas. Eso es cosa de “ellos”, se decían. Este 14-F ha votado menos del 60% del censo, más bajo que en 2010, frente al cifras del 80% entre 2012 y 2017. Para qué votar si el PSOE nos volverá a traicionar, pidiendo voto de izquierda para meterlo en la cesta de los “indepes”. A la espera de estudios postelectorales, lógicamente, ha sido la abstención la que ha castigado con contundencia a PP y Cs.
El efecto Illa cocinado por la fábrica de cuentos de Iván Redondo sólo era un Iceta con mueca de moderación destinada a captar los votos que en 2017 se fueron a Ciudadanos. La cosecha electoral socialista se sitúa en algo más del 20% , similar a las generales de 2019, pero con más abstención. Recuperan el voto de 2010, pero, si el independentismo suma, no necesita al PSC para chantajear al gobierno........
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