Esto huele a adelanto electoral
Huele que apesta. Parece que en la casa palacio de La Mareta, municipio de Teguise, isla de Lanzarote, que mandó construir el rey Hussein de Jordania y que gestiona Patrimonio Nacional, donde suelen pasar parte de sus vacaciones los sucesivos presidentes del Gobierno, se ha hablado esta semana de cosas importantes. Pedro Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero y Salvador Illa. La columna vertebral del sanchismo. Illa como alter ego de Sánchez. Una copia en sepia de Sánchez, una copia educada pero con la misma carga cínica de Sánchez. Ninguno cree en nada y a ambos les da lo mismo Juana que su hermana, siempre prestos a la traición, dispuestos siempre a pactar, según convenga, con Dios o con el diablo. El panorama que se divisa desde el puente tras las vacaciones de agosto no puede ser más duro, más desalentador, para el presidente de la mitad de los españoles. Es cierto que gracias a la inconstitucional Ley de Amnistía ha logrado asegurarse un año más de poltrona, objetivo vital máximo, diríase que único, de todo sátrapa que se precie, pero lo ha sido a un precio insoportable, un coste que ha alcanzado su punto máximo con la imputación de su mujer, de su hermano y del resto de parentela. Por tener, ahora tenemos hasta a una cuñada japonesa de Sánchez chapoteando en la corrupción de Sánchez y su entorno.
Muy difícil seguir así tres años más. La operación de convertir a Illa en presidente de la Generalidad merced a un oneroso pacto con los independentistas de ERC ha terminado por explotarle a Sánchez bajo las posaderas. Lo que no consiguió la vergonzosa amnistía lo ha logrado el pacto fiscal con los independentistas catalanes que rompe la caja común y acaba con la igualdad y la solidaridad entre españoles. Y Sánchez, que creía tener todo atado y bien atado en el feudo socialista, se ha topado de pronto con grietas en el partido, ha visto su autoridad contestada. Ha........
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