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Castellanos de Castilla, tratad bien a los gallegos

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27.10.2024

"El único producto natural de esta meseta ha sido siempre el bosque; y sin salir de entre los árboles se corría la caza montés desde Castrojeriz a Portugal en tiempos de Felipe IV. Hoy todavía queda poblada alguna pequeña zona. Lo demás ha desaparecido", escribe Julio Senador Gómez en 'Castilla en escombros', una de sus obras más celebradas, aparecida en un ya lejano 1915. "Todo el mundo sabe que hay dos calamidades de las que nunca se ve libre nuestra patria: la inundación y la sequía. Ambas provienen de la falta de arbolado; y esta es otra de las causas principales de la continua despoblación interior. La civilización es planta acuática y donde no se la riega sucumbe. Esto, desde Joaquín Costa, es del dominio público". Senador, "un amargo arbitrista" como lo definió en los años setenta José Jiménez-Lozano, y un discípulo destacado del movimiento regeneracionista, como su propio creador, el citado Costa, como los Picavea, Mallada, Isern y tantos otros, estaba convencido de que esa aversión al árbol era consustancial a la amargura y la pesadumbre que dominaba el alma del labrantín mesetario. "Durante cientos de años muchos hombres de buena voluntad han trabajado sin cesar para persuadir de estas verdades al labriego castellano. Todo ha sido inútil: él continúa considerando al árbol como enemigo capital y lo extermina donde lo halla".

Hoy sigue sin haber árboles en la Castilla que habito. Las choperas anidan apenas en las cuencas del Carrión, del Valdavia o del más humilde Ucieza. La doble hilera de chopos que en mi niñez escoltaba la carretera que une Lerma con Carrión de los Condes desapareció hace mucho tiempo, abatidos sus imponentes ejemplares "por mano aireada", que diría Senador, tras haberse convertido en un riesgo para el entonces incipiente tráfico rodado. De modo que hoy el gallego sopla sin freno en las heladas mañanas de febrero, como sopla el cierzo en los atardeceros rojos de agosto, barriendo inmisericorde la estepa, el desolado paisaje de Tierra de Campos, sin más obstáculo a la vista que las aspas de los molinos de viento que entre Frómista y Carrión asoman por los altos del Cerrato y los páramos de Villamuera y Cervatos. Vallisoletano de nacimiento y licenciado en Derecho, Senador pasó muchos años de su vida al frente de la notaría de Frómista, observatorio desde el que pudo captar la miseria en la que vivía la inmensa mayoría de los trabajadores del campo, ese campesino que labraba la tierra con el arado romano, sembraba el surco a mano y asistía en verano a la llegada regular de aquellas partidas de gallegos ("Castellanos de Castilla, tratad bien a los gallegos; cuando van, van como rosas; cuando vuelven, como negros", Rosalía de Castro) que durante julio y agosto segaban a hoz los trigos de los propietarios "ricos".

Había en Senador ansia de justicia y voluntad de cambio, la........

© Vozpópuli


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