No usemos el nombre de la Regeneración en vano
Cuando hace unos días escuché que el presidente Sánchez tenía intención de lanzar un plan de regeneración democrática me quedé asombrado, si es que hay algo que nos pueda asombrar ya. Es lo que nos faltaba por oír, el colmo de los colmos. ¿No podrían haber usado otra expresión, como campaña contra las fake news o lucha contra la difamación? No, tenían que usar la expresión “regeneración democrática” que –sigamos con lo bíblico- como la caridad, empieza por uno mismo. Y sigo: no es bueno señalar la paja iliberal en el ojo ajeno pero no ver la viga antidemocrática en el propio. Porque duele que se pase unos lustros reclamando la regeneración democrática del país frente a los gobiernos de cualquier ideología y tendencia y ahora resulte que la regeneración democrática consiste en meter en cintura a los “tabloides digitales” que atacan al gobierno.
La regeneración democrática, como su nombre y el diccionario indican, será recuperar, rehabilitar o restablecer la democracia, que se supone que ha sufrido un proceso de degeneración, su palabra antónima. O sea que se trataría de fortalecer los mimbres con los que se hace la democracia, dentro de los que figura el imperio de la ley, emanada de la voluntad general, representada en el poder legislativo elegido libremente mediante elecciones periódicas; la división de poderes; la legalidad de la actuación de la Administración; el reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales; así como la existencia de ciertos valores democráticos y el respeto de las instituciones. Se entiende que la democracia mejora la calidad de vida y la participación........
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