Llámame charnego y quítame impuestos
Esta campaña electoral catalana está resultando extrañísima. Parece desarrollarse en otra realidad distinta a la real en la que hacen su vida los sufridos ciudadanos que deben votar. Calles con menos cartelería que nunca, mítines invisibles salvo para los abonados a los distintos partidos, normalidad absoluta. Después de más de diez años de estéril e insoportable matraca procesista, los catalanes de ambos bandos, independentistas o no, se han puesto finalmente de acuerdo en una cosa: En hacer su vida al margen de la política. Llega un momento en que ya no se puede más. Si se quiere mantener la salud mental hay que aislarse del ruido electoral y dejar que los partidos se acuchillen entre ellos por su cuenta, que para eso cobran.
Entiéndanme. No es que vayan a dejar de votar, como se comprueba por las colas en las oficinas que deben tramitar el voto por correo, sino que cada cual ya tiene clara cuál es su opción de mal menor y tomada hace tiempo la firme decisión de que no se les vaya en la vaina ni un minuto más de lo necesario.
Sin embargo, y a pesar de la distancia entre ambas realidades, la política y la real, algunos elementos novedosos van tomando forma, como por ejemplo la voluntad de algunos partidos independentistas de abandonar su........
© Vozpópuli
visit website