Cómo pararle los pies a Sánchez
Las grandes casas de joyería del mundo tienen por costumbre recomprar las piezas singulares que crearon y vendieron en el pasado al objeto de enriquecer sus respectivos archivos y museos. Todo heredero que quiere desprenderse de una de esas pequeñas y valiosas obras de arte sabe que el mejor comprador será siempre la firma que la fabricó a pedido de aquel abuelo millonario cuya memoria sigue definiendo a la familia que todavía vive de sus pasadas riquezas. Pero esos joyeros legendarios, los que reciben a los vendedores en sus señoriales establecimientos, solo se trasladan personalmente para adquirirlas a poquísimos países: aquellos en los que se unen la decadencia del presente y el gran esplendor del pasado. Uno de ellos es Argentina. Es habitual que, de vez en cuando, un elegantísimo empleado de esas importantes joyerías alquile una suite del Alvear de Buenos Aires donde recibir a las grandes señoras venidas a menos y recomprarles las extraordinarias piezas que sus antepasados millonarios encargaron en el París, Londres o Nueva York de principios del siglo XX. Y es que nadie se se ha gastado con más gusto y señorío su dinero que aquellos legendarios millonarios argentinos.
Hay que ser muy rico para poder........
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