Ignorancia artificial
Frankfurt. 1984. Feria del Libro. Hace sólo cuarenta años, en el albor de la expansión explosiva de la televisión y la industria del entretenimiento, el crítico Neil Postman exponía sus impresiones sobre la actualidad cultural. Observaba que, contrariamente a la creencia generalizada, Aldous Huxley y George Orwell no vaticinaron lo mismo. En 1984, Orwell anticipó el fin de la libertad de expresión por una opresión externa al individuo. Huxley, por su parte, sostuvo que no es necesario ningún Gran Hermano para privar a las personas de su autonomía. La gente, decía, llegará a amar su opresión y a adorar las tecnologías que pulverizan la capacidad de pensar y promueven la desidia. Las imaginaciones de Orwell convocan a Giovanni Piranesi y sus Carceri d'invenzione. Las de Huxley se manifiestan en todo su esplendor dentro de un supermercado.
“Orwell temía la prohibición de los libros. Huxley que no hubiese razones para prohibirlos al desaparecer el interés en leerlos. Orwell temía a los censores. Huxley a quienes nos darían tanto hasta reducirnos a la pasividad y el egoísmo. Orwell temía el ocultamiento de la verdad. Huxley que la verdad se ahogara en un mar de irrelevancias.”, dice Postman y recuerda la advertencia de Orwell sobre la posibilidad de ser rehenes de un régimen autocrático y la de Huxley sobre el peligro de vivir sumergido en la trivialidad. En 1984, las personas son subyugadas por medio del dolor. En Un Mundo Feliz se controlan infligiendo placer. “Libertarios y racionalistas, siempre listos para oponerse a cualquier tipo de tiranía, no tuvieron en cuenta el infinito apetito del hombre por las distracciones.”
Los móviles tal........
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