De tiranos, ágrafos y paranoides
Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres. JLB
En su libro Menos que Uno (1986), Joseph Brodsky observa que toda configuración sociopolítica se realiza eliminando el espíritu del individualismo y promoviendo la estampida de masas. Un individuo, dice, no muere tanto por la espada como por el pene. La superpoblación demanda expansión tecnológica y planificación central. Esta dinámica engendra diversas formas de autocracias en las cuales los tiranos funcionan como versiones obsoletas de ordenadores.
“Un hombre no es tirano ni por casualidad ni por afición. Quien tiene esa vocación normalmente toma un atajo y se convierte en déspota familiar. Los verdaderos tiranos son tímidos, no particularmente inclinados a la vida de familia. Una tiranía tiene éxito solo si dispone de un partido político. Para llegar a la cima es necesaria una topografía vertical.”
A pesar de la oportuna mención de la por entonces incipiente computadora personal, Brodsky no pudo anticipar la avalancha digital que desfiguraría el planeta. Nadie pudo. Cuando los futurólogos atinan no es debido a su poder de clarividencia sino porque nuevas generaciones los recuerdan y deciden experimentar con sus fantasías. El surgimiento de la sociedad policial -capitalista o no capitalista- se ha acelerado de manera agobiante en la última década impulsado por mayorías aturdidas que exigen seguridades y minorías aburridas que piden no ser interrumpidas. En la era digital el individuo tiene la consistencia de un comprimido efervescente antiácido.
Las bicicletas son uno de los últimos refugios del anonimato, lujo usual hasta hace veinte años. El pulso por imponer la obligatoriedad de la matrícula cobra fuerza. Sus promotores ya se alinean a ambos lados del tinglado de la partidocracia, sin distinción de colores ni de esloganes. La privacidad, en........© Vozpópuli
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