El congreso de los palmeros
Quienes están dentro de una secta ignoran estar atrapados en ella. Se sienten felices y hasta puede que lo sean: la ignorancia a menudo facilita la felicidad del hombre, porque evita el libre albedrío y la asunción de responsabilidades, esa extravagancia, y saber que puede que estés profundamente equivocado; o sea, el sectarismo y el gregarismo te impiden dudar y te conceden una identidad reconocible por el resto de la secta que te aleja de las incertidumbres. Un poco como en la adolescencia pero sin gracia y con menor esperanza de vida. Pero no se trata de ser condescendiente con el sectario que ha sido engullido por una organización totalizadora sino de dibujar de la mejor manera en lo que se ha convertido el PSOE de Pedro Sánchez: en general, una asociación de palmeros que no tiene otro objetivo que agasajar a su líder y sacar provecho (y sustento) de ello.
Este pasado fin de semana se ha celebrado el 41º Congreso Federal del PSOE a mayor gloria de Sánchez y su proyecto personal consistente en permanecer en la Moncloa a toda costa. Y ha terminado como empezaba y se esperaba que terminara: con un PSOE bunkerizado y entregado a Sánchez, líder supremo, a salvo por unas horas de la tormenta política y judicial que lo atormenta y lo tiene en vilo. En el fondo, no es más que la vacuidad más absoluta, la megalomanía del líder y los panegíricos de los palmeros. En el PSOE apenas queda vida inteligente, la más mínima autocrítica o vocación de servicio público.
"Nos atacan y nos quieren tumbar", dijo Sánchez para hacerse la víctima y........
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