Salvador Illa, el comadrón de un 'procés' con epidural
Por encima del estrambote de la aparición y nueva huida del nada honorable Puigdemont al modo del bandolero Serrallonga para ser el novio en la boda con esencias de funeral de Salvador Illa como president catalán, a lo que coadyuvó el contrayente con su estampa de empleado de pompas fúnebres, no conviene perderse con el juego de trileros. En realidad, lo trascendente de este jueves de autos, por medio del pacto del PSC y ERC, fue el parto, con anestesia epidural y con el caballero de la triste figura como comadrón, de una nueva fase del 'procés' encaminada a culminar el objetivo soberanista sin que descarrile como con la “suspendencia” de 2017. Más grave que la indecorosa “tocata y fuga” del prófugo -un visto y no visto como su proclama soberanista de hace siete años- con la avenencia de Pedro Sánchez, es la lesiva deconstrucción -adobe a adobe- de una de las naciones más antiguas del mundo con la aquiescencia de quien la manda -gobernar es otra cosa- tras comprarle los sufragios a quienes hacen de la aniquilación de España su razón de ser.
A estas alturas, ¿a quién sorprende, para befa y escarnio de la democracia española, que se consintiera el archipregonado golpe de efecto del “pastelero loco” cuando el president en funciones Aragonès y su sucesor Illa exteriorizaban que el bruselense errante debía estar ya amnistiado? ¿O el mutis por el foro del Consejo de Ministros con los Kirchner de La Moncloa en paradero desconocido? ¿O el alcalde socialista Collboni montándole la pista circense al volatinero para que parodiara el legendario “Ja soc aquí” (“Ya estoy aquí”) de Tarradellas con un “Encara som aquí” (“Aún estamos aquí”), pero solo por un rato, claro?
Tras pasarse por su “arco del triunfo” a la Justicia, en consonancia con el emplazamiento escogido para su aquelarre, de pronto: “¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega!”, gritaban los capitanes Renault de turno, al tiempo que impartían órdenes a sus 'mossos', a quienes ampararon el referéndum ilegal, para que detuvieran a los sospechosos habituales y enjaularan a los ciudadanos de esta nueva Casablanca, como la de la película, que es la Barcelona carcomida por la oruga procesionaria. Pero pocas cosas tan estomagantes como la del consejero del Interior, Joan Ignasi Elena, fundando su desidia en que los 'mossos' no preveían “un comportamiento tan impropio” del falso exiliado. De vivir aún el genial humorista Eugenio, el zote engrosaría la lista inagotable del “saben aquel que diu”. Si Tarradellas opinaba que, en política, cabía todo salvo el ridículo, Cataluña y, por ende, España se instala en lo grotesco.
Como Sánchez ignora lo que es una nación como le afeó el “maestro Ciruela” de Patxi López, hoy un “sí señor” suyo tras designarlo portavoz parlamentario, y carece de interés por aprenderlo........
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