Quién sino Sánchez podría acabar retratado por la corrupción
Nunca fue el “caso Koldo” ni tampoco el “caso Ábalos”, aunque sean piezas claves de una corrupción enristrada a la sombra de los ministerios. Ni siquiera el “caso Begoña Gómez”, con sus negocios particulares desde el Palacio de la Moncloa y con el Boletín Oficial del Estado a su disposición para dispensar bicocas o rescatar sociedades a amigos y patrocinadores, así como para agenciarse una cátedra universitaria sin titulación habilitante para ello, pero sí para citar al rector de la Universidad Complutense para que satisficiera su capricho por ser quien es. Porque, como sentenció el mítico torero cordobés Rafael Guerra “Guerrita”, “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. Por eso, como se viene sosteniendo aquí desde primera hora, tanta podredumbre institucionalizada era inverosímil de sustentar sin la anuencia y avenencia de quien hoy ya aparece identificado como el 'número 1' por los cabecillas de esta red criminal gubernamental que indaga la Guardia Civil y cuyo instructor, Ismael Moreno, ha remitido una exposición razonada al Tribunal Supremo para el eventual encausamiento del exministro Ábalos al ser aforado como diputado y en cuyo auto se señala al Ufano de La Moncloa.
Sin embargo, la publicación por El Mundo de una instantánea en la que un sonriente Sánchez posa con el comisionista Víctor de Aldama, el nexo conductor de la trama, como si fuera “uno de los nuestros”, no sólo plasma una evidencia que ya era palmaria, sino es la “fotografía humeante” de la responsabilidad del jefe del Ejecutivo como acaeció con Nixon al hallarse “la pistola humeante”, esto es, la prueba del delito que le vinculaba con el asalto al cuartel electoral del Partido Demócrata. En el “caso Watergate, tras las revelaciones de “The Washington Post” primordialmente, la “pistola humeante” fue la grabación de la conversación entre Nixon y su jefe de Gabinete en el Despacho Oval en la que le ordenaba que consiguiera por cualquier medio que el FBI dejara de escudriñar el allanamiento de las oficinas del Comité Nacional Demócrata para espiar sus teléfonos.
Al cabo de medio siglo de la cinta que finiquitó la carrera política de aquel veterano jugador de póker que se ganó el apodo de "Tricky Dick” (“el tramposo Dick”) por sus fullerías, ésta ha tomado en el “caso Sánchez” la forma de daguerrotipo en la que el presidente del Gobierno, tras callar como un mudo al ser interpelado al respecto por el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, o por la Prensa, asoma retratado de cuerpo entero en comandita con quien hoy está en........
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