Pedro Sánchez quiere ser tan impune como sus socios amnistiados, con Conde-Pumpido de leguleyo
A medida que Pedro Sánchez se ve acuciado por la corrupción familiar y de partido, sufre descalabraduras electorales con cuatro puntos de sutura como en los comicios europeos de este 9 de junio, le dan esquinazo algunos socios occidentales al abrazarse a tiranos de todo orbe y disimula su “automoribundia” con sus tics autoritarios, se certifica que no está dispuesto a irse por las buenas, sino a atrincherarse demoliendo el orden democrático y parapetarse tras sus escombros. Abusando de un poder que codicia que sea absoluto, busca ser inmune e impune como sus sosias golpistas tras amnistiarlos para subsistir en La Moncloa.
Cual déspota contemporáneo, arrolla la separación de poderes para anular la independencia judicial y amordazar a la prensa para que no le ponga ante el espejo de sus desafueros. En democracia, cuando un presidente sufre un revés como el de la cita europea tras vanagloriarse en las Cortes de que las ganaría de calle, éste adopta, atenidos a esos cánones, una estas tres opciones según la enjundia de la bofetada: ejercita la autocrítica comprometiéndose a rectificar acorde con el mensaje de la calle, anticipa urnas o, si el desastre es de mayor cuantía, abandona el cargo. De hecho, así han operado algunos de sus desairados colegas tras el 9-J.
Nada que ver con quien, tras salir escopetado de la sesión de control parlamentario del miércoles, escapó a la televisión gubernamental para sacar paquete tras quedar a medio montar la tarima desde la que planeaba festejar el éxito del 9-J que no fue. Ante dos solícitos entrevistadores que le deben sus gruesos emolumentos, Sánchez exhibió un paquete de ordeno y mando que, de fructificar, entrañaría la intervención gubernamental de la Justicia y de la Prensa. Ello henchiría de orgullo a un autócrata como el turco Erdoğan del que fue anfitrión al día siguiente.
Asidos a La Vela del BBVA, la colosal sede de la entidad en la que se amigan los intereses bancarios de españoles y turcos con un presidente y un consejero-delegado de estas nacionalidades, Sánchez y Erdoğan, partiendo de posiciones antagónicas, confluyen hoy en su mutua ignominia contra la Justicia y la Prensa. Sin duda, como colige la escritora turca Ece Temelkuran en Cómo perder un país, donde recuenta los daños infligidos por el populismo autoritario de Erdoğan desde 2002 para acá, “en el universo político, a diferencia del espacio físico, no existe una superficie resistente que uno pueda llamar fondo".
Si el régimen de Ankara, amén de encarcelar jueces, dicta a los periodistas las preguntas que plantear a Erdoğan, según reveló un diario minutos antes de una rueda de prensa del mandatario, en la España sanchista, hay medios que se las ponen a Sánchez como a Fernando IV para no perder el favor de tan entusiasta del billar como pésimo jugador. En su asomo a TVE, a Sánchez le faltó........
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