El presidente que surgió del frío
Sí, el uno de octubre de 2016, dos años y tres meses después de que fuera elegido por los militantes, un Comité Federal de esos que el PSOE celebraba antes, Pedro Sánchez tuvo que dimitir. O lo dimitieron, como dicen los que confunden los verbos cesar, destituir y dimitir. O quizá sucedieron las tres cosas. Lo cierto es que ese día hizo frío, tanto que las sonrisas se helaron; los llantos, los gritos y los insultos, también. Y el hielo quemaba en las gargantas. Una semana después, un barón socialista que hoy ejerce de tibio y diletante crítico me dijo en el aula de una facultad:
-Había que hacerlo. Si le dejamos, termina con el PSOE.
No le dejaron, pero la premonición del presidente regional socialista se ha cumplido. De aquel ambiente gélido salió un nuevo Pedro Sánchez. Un hombre con la misma ideología, poca si alguien le creyó cuando decía estar hecho con la pasta de un creyente socio-liberal. Salió de allí un político de nueva factura marcado por la némesis y las cargas de la memoria. Esos dos matices tan convenientes en la política actual han acompañado a Sánchez hasta el día de hoy. Y no se detiene. Y no duda. Los míos, mi gente, mis circunstancias, mí, me, conmigo. Siempre conmigo. Su vida desde aquel momento fue un tráfago que finalizó cuando aquellos que lo quitaron perdieron la guerra tras haber ganado algunas batallas.
No nos engañemos. El hombre que surgió del frío no era un espía, ni tenía vocación para un oficio que sólo pueden hacer los más inteligentes. En realidad, no engañaba a nadie cuando se mostraba simple, pero inteligente. Audaz y memorioso, marcó con........© Vozpópuli
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