Donde (con el permiso del tonto de Amer) sigue la historia de un libro
A modo de admonición. Lector amigo, mientras escribo esto que pacientemente lees, y cuando son las ocho de la mañana del jueves 8 de agosto, consciente del espantoso ridículo que los periodistas estamos haciendo dando relevancia a un político de mercadillo al que bien le podría servir el puesto de secretario de una tómbola de feria, declaro mi incapacidad para participar en este circo indecente que los españoles en general, y la mayoría de los catalanes en particular, no merecemos. Consciente también de que quien, con su razón puede no entender mi retirada, dimisión más bien, del relato que los digitales, las radios y los tertulianos marcan con un ritmo y expectación que a los más viejos ha de recordar la llegada de Federico Martín Bahamontes a España tras ganar el Tour en 1959, declaro como firme mi retirada de un universo informativo del que salgo antes de que el embrutecimiento, la estulticia en estado puro y la mediocridad se hagan definitivamente conmigo.
Siendo yo niño, al tonto de mi pueblo que desde niño llamaban Chinflo, le preguntaron si había visto salir al alcalde del ayuntamiento. Miró al cielo, espero un par de segundos y así respondió: No lo sé, porque lo ignoro. ¿Por qué no reconocer que esta mañana entiendo a Chinflo con toda naturalidad? ¿Seré yo, tantos años después, una reencarnación de aquel Chinflo simpático y guasón? O lo será Puigdemont cuando sus paisanos de Amer le pregunten: Oye, ¿a que viniste Carles? No lo sé, porque lo ignoro, responderá tras la ridícula visita y posterior huida.
Sobrevivir en este oficio con actores como el prófugo ególatra de infantil flequillo (que nunca ganó unas elecciones) y el marido de Begoña (que perdió las últimas generales), entre otros, es un sacrificio con dimensiones de hecatombe troyana del que........
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