Sánchez, 2-Alemania, 1
España vs. Alemania por la Eurocopa, el partido es crucial, el país está en vilo y a mí me toca estar en Madrid y poder verlo con un amigo español en un bar. Lo que se llama un buen plan.
El juego es electrizante, y Dani Olmo mete un golazo que levanta al bar entero, conmigo incluido, entre gritos y abrazos que luego son brindis y luego son risas.
En el descanso sigue el jolgorio, el equipo español sale ganando y la fe mueve montañas de cañas que inundan las mesas.
De repente y sin aviso, durante el entretiempo, aparece el presidente de España de paseo por Stuttgart; siendo gentilmente reporteado en el estadio con preguntas vacuas, acerca del juego y de su confianza en el equipo nacional. Todo muy bien cuidado, el plano, las respuestas para la tribuna, su buen ver.
Son minutos de oro, que, si bien cuestan una fortuna para cualquier anunciante, para el presidente no tienen precio, literalmente.
Parece un error que le den cámara en tamaño pico de audiencia justo cuando vive un asunto muy feo, protagonizado por él mismo y su señora esposa. Pero no lo es. Funciona.
El truco de valerse del deporte para poner la cara y participar de la alegría popular es viejo y típico de cualquier buen proyecto autocrático. Sobran los ejemplos a lo largo de la historia. Casi siempre tan icónicos como........
© Vozpópuli
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