Aceras
Le vi moverse en el piso cerca del césped. Abrigué la esperanza de que fuera un jardinero entregado a su tarea. Pero no, se trataba de un anciano en el intento infructuoso por incorporarse. Prácticamente volé la cuadra que nos separaba, y ya el hombre pie, sin mayores contratiempos, supe que había perdido el equilibrio tras tropezar con un desnivel de la acera.
Está obligado. Eso me explicó cuándo le conminé a no aventurarse fuera de casa sin compañía. Le conozco del vecindario; sé que vive solo con su esposa, también octogenaria, quien a duras penas puede moverse al amparo de la seguridad que le ofrece el hogar. En cambio él, por razones de mucho peso, está precisado a asistir todos los días a la Casa de Abuelos, y recorrer las cuatro o cinco cuadras ente el lugar y su domicilio.
Hago el cuento porque he sido testigo de dos episodios........© Tribuna de La Habana
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