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¿Cómo se entenderían cineastas y público sin la traducción y la interpretación?

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“Y la Alhambra de Oro del Festival Cines del Sur es para… ¡Gagma Napiri, por "La otra orilla”, de Georgia y Kazajistán, dirigida por George Ovashvili!“

El propio Ovashvili se levanta en el patio de butacas para recoger el premio. Lo hace acompañado de una intérprete de ruso al castellano, que va traduciendo de forma consecutiva el discurso de agradecimiento. Mientras, otra intérprete traslada el discurso a la lengua de signos española (LSE).

Así, la imagen de una persona acompañando a los cineastas en el escenario o en la rueda de prensa posterior, escuchando su voz interpretando simultáneamente al interlocutor inicial o viéndolos en un recuadro en la parte inferior derecha del televisor, es una de las más comunes que la sociedad recibe de esta profesión. Se suele asumir que los intérpretes están ya ahí, contratados específicamente para dicha gala.

Pero no están ya ahí. Hace falta un gran engranaje organizativo para que un festival de cine internacional llegue al público salvando las –mal llamadas– "barreras lingüísticas” que se presentan desde el inicio.

Ahora que empieza la temporada de festivales de cine, con Cannes arrancando en mayo, no está de más plantearse cómo consigue un certamen proyectar películas internacionales e invitar a sus autores y hacer que tanto los filmes como sus responsables sean entendidos por un público que no habla su mismo idioma.

Retomemos el viaje de George Ovashvili y del actor protagonista, Tedo Bekhauri –entonces un niño de 12 años–, desde Georgia hasta Granada para el estreno mundial de su película, La otra orilla, en el Festival Cines del Sur. Su trayecto puede ser extrapolable a cualquier otra película que participa en un festival internacional.

Las primeras interacciones de la........

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