¿Por qué somos más creativos en unos espacios que en otros?
¿Cuántas veces ocurre que un cambio de escenario, un paseo, nos sirve para resolver un problema que parecía irresoluble? Nos sentamos en una cafetería de diseño cuidado, con luz agradable y superficies suaves, y de pronto se nos ocurre esa idea que andábamos buscando o la mejor manera de avanzar en un asunto, que nos tenía bloqueados.
Es innegable la influencia del entorno no solo en nuestro estado de ánimo, sino también en la capacidad de nuestro cerebro para “resetearse” y crear nuevas conexiones: un determinado lugar puede volvernos más creativos gracias, únicamente, a los efectos en nuestros sentidos de lo que vemos, oímos o percibimos en él.
La neuroarquitectura estudia esa relación entre los elementos del entorno físico y nuestra actividad cerebral. En concreto en el ámbito escolar, nos ayuda a entender por qué el aspecto de un aula o el diseño de un centro educativo tienen mucha más importancia que la estética.
Existen numerosas definiciones de creatividad. Entre las más empleadas es la que se refiere a la capacidad de “generar alternativas”.
La creatividad invita a “hacer”, a generar físicamente una solución. Aunque el inicio del proceso creativo requiere la misma actividad cerebral que la imaginación, la creatividad requiere también tener capacidad de evaluación, ajuste y adaptación para llegar a un fin. De ahí que crear demande mayor actividad neuronal que imaginar.
Nuestro cerebro está formado por 86 000 millones de neuronas. Cada neurona puede realizar entre 1 000 y 10 000 conexiones sinápticas. Podríamos llegar a tener 100 billones de conexiones cerebrales capaces de responder a........
© The Conversation
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