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Por qué tergiversamos la información cuando amenaza nuestras creencias: así funciona el razonamiento motivado

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28.11.2024

Marruecos, HAARP, chemtrails, destrucción de presas hidroeléctricas… Detrás de estas palabras se escondían teorías que planteaban causas alternativas a la catástrofe climática vivida en Valencia el pasado 29 de octubre. Otras narrativas alternativas se apresuraron a apuntar que nos mentían con respecto al número de personas fallecidas en el desastre.

Lo cierto es que la dana que causó la catástrofe es un fenómeno natural que los científicos climáticos asocian al calentamiento global y del mar Mediterráneo. Insinuar que nos engañan con respecto a cuánta gente ha sido víctima de las riadas es, a partes iguales, infundado, dañino y banaliza el sufrimiento de los afectados. Por eso, nuestro objetivo en este artículo es arrojar luz sobre cómo y por qué se extienden esas realidades y explicaciones alternativas y los riesgos que conllevan.

La desinformación consiste en creer firmemente en una información que es falsa o incorrecta, mientras que las teorías conspirativas buscan explicar eventos cruciales que suceden en nuestro entorno atribuyéndolos a los designios secretos y malintencionados de distintos actores poderosos.

Por lo tanto, ambas son diferentes. En particular porque, aunque las teorías conspirativas conllevan algún grado de desinformación, esta última no tiene por qué tener carácter conspirativo. Sin embargo, sus causas y consecuencias son altamente similares.

El principal motor psicológico de la desinformación y las teorías conspirativas no es otro........

© The Conversation


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