¿Nos enamoraríamos del señor Darcy de ‘Orgullo y prejuicio’ en la vida real?
Imaginen la escena: Matthew Macfadyen, a cargo del personaje del señor Darcy, cruzando la niebla en la versión de Joe Wright de Orgullo y Prejuicio (2005). El abrigo ondea al ritmo de sus pasos y la voz le tiembla cuando pronuncia una confesión frente a Keira Knightley –quien interpreta a Elizabeth Bennet– que suena a todo menos ensayada.
Esa secuencia –inexistente en la novela original de Jane Austen– ha quedado grabada en la memoria de las espectadoras como un momento cumbre del romanticismo cinematográfico. ¿Qué tiene entonces este personaje que, a casi dos siglos de su creación, sigue siendo un arquetipo romántico vigente? Tal vez la promesa –potenciada por la cámara, la música y el montaje– de un hombre que combina poder, misterio y ternura.
Pero el Darcy de Jane Austen (1775-1817) pertenecía a la Inglaterra de la Regencia (1811-1820), un mundo de herencias, escalafones y matrimonios como estrategia social. Era orgulloso, reservado y con prejuicios de clase, más cercano a un terrateniente preocupado por su patrimonio que al héroe apasionado que nos vende el cine.
En las adaptaciones, con la camisa mojada de Colin Firth en la miniserie de la BBC en 1995 o las miradas contenidas de Macfadyen, se han ido suavizando sus aristas, erotizando su presencia y dotándolo de una vulnerabilidad muy contemporánea. Así, un personaje complejo ha sido convertido en el mito romántico que seguimos persiguiendo.
Para entender al Sr. Darcy, hay que situarlo en un mundo marcado por la ostentación de la aristocracia terrateniente y una jerarquía social férrea, donde la movilidad entre clases era mínima y el matrimonio funcionaba tanto como alianza económica como vía para preservar o mejorar el........
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