Restringir la extracción de combustibles fósiles, el elefante en la habitación de las cumbres climáticas
“No se nos debe juzgar por nuestros recursos naturales, que son un regalo de Dios (…). El petróleo y el gas, el viento, el sol, el oro, la plata, el cobre… todos son recursos naturales. Los países no deben ser culpados por llevar recursos naturales al mercado porque el mercado los necesita. Las personas los necesitan”.
Son palabras del presidente de Azerbaiyán, pronunciadas en la inauguración de la última Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) en Bakú.
Dado que el principal factor del cambio climático es la quema de combustibles fósiles, ensalzar sus virtudes no parece lo más pertinente en una reunión que pretende avanzar hacia una reducción rápida y radical de las emisiones de gases de efecto invernadero, algo matemáticamente imposible sin reducir rápida y radicalmente el uso de estos combustibles. Pero el discurso presidencial puede tener una derivada positiva: poner en evidencia el elefante en la habitación que se ha mantenido prácticamente invisible en la larga historia de la CMNUCC.
Los acuerdos nunca han planteado compromisos de limitación en la extracción de combustibles fósiles, aunque sería la vía más directa –y la única segura– de reducir las emisiones del principal factor causante del cambio climático.
Los combustibles fósiles son protagonistas del cambio climático, pero los grandes ausentes de los acuerdos. A lo máximo que se llegó es a incluir en la COP28 de Dubái (Emiratos Árabes Unidos) un inconcreto propósito de “una transición para dejar atrás los combustibles fósiles”. Y este propósito no se ha ratificado en la COP29 debido sobre todo a la presión de Arabia Saudí.
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