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Literatura gastronómica: somos lo que comemos (y leemos)

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20.08.2025

“El mole se preparó con la receta que Tita había heredado de Nacha… una receta antiquísima que se pasaba de generación en generación, siempre en manos de la mujer encargada de la cocina”.

Esta cita proviene de la obra romántica, exponente del realismo mágico, Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, ejemplo de cómo una novela puede narrar historias, transmitir afectos y preservar identidades a través de la comida.

En este libro, cada capítulo incluye una receta tradicional mexicana. Ingredientes como el chocolate, el chile o el mole no solo sazonan la trama, sino que reflejan la riqueza agrícola y cultural de México. A través de la cocina (y en la cocina) Tita, la protagonista, expresa sus emociones, mostrando cómo la gastronomía puede ser un lenguaje universal y haciendo que el lector pueda saborear sus lágrimas y pasiones.

Pero el de Como agua para chocolate no es el único caso. Porque la comida en la literatura va más allá de simples descripciones culinarias. Es un puente entre culturas, emociones y tradiciones.

Chocolat de Joanne Harris, ambientada en un pequeño pueblo francés, muestra cómo el cacao –gracias a la tienda de bombones que abre una forastera en un pueblo– puede romper prejuicios y unir comunidades.

Muchas novelas gastronómicas también destacan el uso de ingredientes locales y de temporada, un principio clave de la cocina sostenible. Por ejemplo, Entre pólvora y canela, de Eli Brown, rescata sabores afrocaribeños basados en especias como la canela y la pimienta. Estos ingredientes no solo dan identidad a los platos, sino que promueven el comercio justo y la agricultura local.

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