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Aristóteles y la economía, valor de uso versus valor de cambio

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26.03.2024

Partamos de que una cosa es justamente la cosa que es. Mi chaqueta negra, por ejemplo. Es valiosa por sus cualidades específicas: su color, su tacto, su abrigo. Las cosas tienen valor en razón de sus cualidades distintivas. La chaqueta no vale lo mismo que el billete de diez euros que me sirvió para comprarla. El billete de diez euros ni me abrigaría ni me serviría en realidad para otra cosa que no fuese comprar algo que pueda usar en mi vida cotidiana. Si las cosas tienen valor de uso, el dinero tiene solo valor de cambio.

En una situación en la que no existe el dinero en su definición estricta –y esta era la situación de la Grecia arcaica y clásica–, las cosas son valiosas porque se utilizan para un fin determinado: el cuchillo para cortar, la silla para sentarse, el vaso para beber, etcétera.

De hecho, una de las palabras griegas que puede traducirse por “cosas” es khrémata, substantivo correspondiente al verbo khráomai, que significa “usar”, “servirse de”. La riqueza consiste primariamente en las cosas que uso: esa y no otra es mi riqueza.

En la misma situación es posible que yo intercambie algún tipo de cosa con otra persona. Para sorpresa de un contemporáneo, ese intercambio no se produce mediante la compra y la venta, ni busca aprovecharse “económicamente”, sino establecer o reforzar vínculos entre personas o grupos de personas.

Se trata de la llamada economía del don: las cosas intercambiadas como regalos importan por su capacidad de enlazar a las personas. Quien recibe un don queda endeudado con el donante, lo que se traduce en una obligación de reciprocidad, lealtad y contraprestación. El intercambio expresa estatus: tanto más importante soy cuanto más puedo dar y más relaciones de........

© The Conversation


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