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Tommy Rey, la alegría de la chilenidad: un legado de algarabía y nostalgia hecho a pulso y con honestidad

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04.04.2025

Algunas leyendas musicales están teñidas de surrealismo. La piragua, por ejemplo, se masificó a nivel latinoamericano por azar. En 1969, la orquesta colombiana Los Black Stars realizaban un viaje desde su natal Medellín a Barranquilla cuando el avión fue secuestrado y desviado a Santiago de Cuba. En esa ciudad, la banda tocó el tema y a los revolucionarios les gustó tanto que las disqueras lo comenzaron a distribuir a mercados de América del Sur, y se transformó en un hit. La historia de Tommy Rey -el nombre de fantasía de Patricio Zúñiga- no es prosaica como la anterior. Más bien, es meritoria.

Había cantado desde niño en concursos escolares y, más tarde, en competencias radiales, pero trabajaba haciendo muebles junto a su padre para ayudar a la economía familiar. Hasta que a los 19 años, Silvio Ceballos, director de la Orquesta Los Peniques, lo descubrió en una radio y lo incorporó como voz principal.

Ese hecho fue significativo para el emergente cantante. Era aficionado al bolero y había crecido con la música de las orquestas que todos los fines de semanas de los 50 y 60 repletaban salones en Santiago y provincias: Los Peniques, Ritmo y Juventud y, especialmente, la Orquesta Huambaly.

El líder de esa extraordinaria banda, Humberto Lozán, era un maestro para Tommy Rey. No solo fue aprendiz........

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