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Mamdani, el anti-Trump, por Fernando Mires

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11.11.2025

X: @FernandoMiresOl

Hay que decir antes que nada que el obtenido por la oposición en las recientes elecciones, si consideramos algunas líneas constantes que se dan en la política norteamericana, se mantiene dentro de la continuidad histórica. Nueva York y otros estados donde la oposición triunfó es un bastión tradicional del Partido Demócrata. Un resultado para muchos, normal. Pero si consideramos el actual momento político que vive EE UU, puede que ya no sea tan normal.

No lo es, porque la de Trump, no es una presidencia normal. ¿Por qué no lo es? Porque Trump, a diferencias de sus predecesores, es un presidente populista –el primero de la historia estadounidense– vale decir, uno que no es apoyado por sectores sociales políticamente estructurados sino más bien por masas enfervorizadas que giran alrededor de una figura mítica, en este caso, el mismo Trump.

Bajo esta condición, el populismo cuando llega al gobierno, tiende a mantener durante un largo tiempo una tendencia «in crescendo», aún en zonas que no le son tradicionalmente favorables. Los grandes populistas de la historia moderna, pensemos en Perón, Chávez, Erdogan, así lo han mostrado.

Esa tendencia del populismo a crecer intermitentemente en la arena electoral no se da al parecer en los días de Trump. Recordemos que poco antes de las elecciones en EEUU los holandeses se sacaron de encima al nacional populista Geert Wilders gracias a la formación de una coalición de centro-izquierda, o si se prefiere, democrática-social, muy parecida a la que permitió el triunfo del carismático Zohran Mamdani en Nueva York. Lo mismo había ocurrido antes en Polonia e incluso en Argentina, donde Milei ya fue una vez derrotado.

Los populistas del siglo XXI van a y vienen sin quedarse para siempre, es una constatación. Podría ocurrir lo mismo en países como Francia, España e incluso en Inglaterra. La política, siempre pendular, se ha vuelto más pendular que antes y eso significa que la crisis de gobernabilidad tiene que ver con motivos que escapan a la «razón populista» (Laclau). No es este, claro está, el momento para profundizar sobre ese tipo de crisis. Limitémonos por ahora solo a constatarla. Lo que sí interesa subrayar, en el caso de las recientes elecciones norteamericanas, sobre todo en las de Nueva York, es que el crecimiento constante del trumpismo ha mostrado límites en un poco tiempo.

No queremos especular, pero si el fenómeno neoyorquino se expresara, aún ganando Trump, en un futuro descenso de la votación trumpista, habría que concluir en que el trumpismo también puede entrar en crisis. Esperemos. Lo inmediatamente real, lo concreto, lo indesmentible, es que el futuro alcalde de Nueva York no solo ha derrotado a Trump. Además, ha mostrado que, para derrotar a Trump, hay que levantar una política que, por lo menos en el nivel de lo simbólico, sea radicalmente diferente a la que representa el mandatario. Y bien, justamente eso fue lo que logró Mamdani: erigirse como representación antagónica a lo que es o representa ser Trump.

Mamdani ha logrado comunicar al mundo que el trumpismo es políticamente derrotable si sus adversarios logran levantar una política que difiera totalmente de la de Trump. En ese punto la importancia de Mamdani reside en que él, con su exitosa campaña, ha mostrado el camino a un Partido Demócrata que, desde las elecciones que dieron como vencedor a Trump, parecía desmoralizado, sin ideas, sin líderes.

La política, ahí no hay como contradecir a Carl Schmitt, es antagónica. Podríamos decir incluso que la política es el arte del antagonismo no militar, una práctica orientada a destruir al enemigo sin matarlo. Por lo tanto, la política es también el arte de la negación. Sin negación del adversario o enemigo, no hay política.

La afirmación de una política no existe sin previa negación........

© Tal Cual