Miguel Ángel Jusayú (1933-2009), por A. R. Lombardi Boscán
«Cuando yo era un niño, no tenía ninguna preocupación, vivía plenamente en paz. No conocía lo que era la felicidad o la infelicidad, la riqueza o la pobreza, no distinguía la belleza o la fealdad. Hoy día, estando adulto, se me ha complicado la vida. Me encuentro perennemente sumergido en un gran sufrimiento. Mis hermanos lo conocen bien y nada pueden hacer. Mi madre también lo conoció, y ella no pudo hacer nada. Debido al gran sufrimiento, a veces he pensado en el suicidio; pero no he tenido el valor para decidirlo».
Conocí a Miguel Ángel Jusayú. Le visité en su modesta vivienda en el barrio San José. Yo trabajaba como docente en el Colegio Gonzaga de los padres jesuitas mientras hacía mis estudios en LUZ (1985-1991).
Lo recuerdo digno y sereno. Acompañado de una de sus hijas: Gloria. Le invité a que nos diera una charla para mis estudiantes de bachillerato. Accedió gentilmente. Su pasión era grande.
Ser tomado en cuenta es la más alta consideración para un ser humano. Y más si se trata de los vilipendiados wayuu o guajiros. Seres infravalorados y excluidos por la sociedad de los alijuna.
Miguel Ángel se sabía valioso por su trabajo intelectual. A pesar de la soledad........





















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