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Entre hogueras medievales y mordazas modernas

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29.07.2025

Vivimos tiempos paradójicos. Mientras presumimos ser parte de una sociedad democrática y de instituciones republicanas, florecen prácticas inquisitoriales disfrazadas de justicia, y se activan linchamientos digitales en nombre de la corrección política. No hace falta ya la antorcha ni la horca; bastan un par de tuits, una sentencia de tribunal con sesgo ideológico y una opinión que incomode al poder o a los guardianes del pensamiento oficial para que alguien sea condenado al escarnio público o la humillación institucional.

Ahí está el caso de Javier ChicharitoHernández, futbolista mexicano con carrera internacional, que se atrevió —¡atrevimiento imperdonable!— a hablar desde su experiencia, desde su perspectiva, sobre las problemáticas que enfrentan los hombres en la sociedad contemporánea. Dijo que también hay violencias que se ejercen contra los varones, que el dolor humano no tiene género, que es válido hablar de lo masculino sin culpabilizarlo de todo mal. Javier también opinó, desde su punto de vista, respecto del papel de la mujer frente a los hombres. Le llovieron críticas, ofensas, etiquetas. No importó su trayectoria ni la claridad de su discurso: pensó distinto, y por ello fue linchado en la plaza pública digital.

La turba no pidió explicaciones, no hubo diálogo. En cuestión de horas, se activó el pelotón del juicio sumario en redes sociales, donde cualquier matiz desaparece y lo que importa es aplastar al disidente. Porque eso es lo que se ha convertido hoy la opinión pública: una máquina implacable de escarnio que se mueve al ritmo de la indignación prefabricada, impulsada muchas veces por intereses políticos o ideológicos disfrazados de defensa de derechos.

Pero el caso de “Chicharito” no es aislado. Es apenas un síntoma de algo más grave: la persecución........

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