Manejar borracho es un delito, no un descache
Bogotá está atravesando por una crisis de seguridad vial. La semana pasada un conductor borracho atropelló a 11 personas en San Cristóbal, entre ellas 4 menores de edad. Una joven, de solo quince años, no sobrevivió. En una ciudad que habla de movilidad segura, esta tragedia revela una verdad incómoda: seguimos normalizando la irresponsabilidad al volante y lo que se está haciendo desde la Secretaría de Movilidad no está ni cerca de ser suficiente.
No es un problema de desconocimiento. Las campañas existen y, en teoría, las sanciones. Pero la historia se repite. Lo que falta es autoridad y conciencia. Los colombianos toleran y normalizan el “sólo fueron un par de tragos”. Hablemos claro: el que maneja con tragos es un asesino en potencia y lo sabe. El problema es que no le importa.
Cada persona que decide manejar después de tomar convierte su vehículo en un arma potencial contra peatones, ciclistas, pasajeros y otros conductores. Se volvió común no respetar las normas, manejar ebrio o invadir el andén con motos, actos que, aunque muchos quieran ver como simples infracciones, representan la aceptación consciente de un riesgo mortal.
Las leyes colombianas son claras, pero blanditas e insuficientes. La Ley........





















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